Llena estaba la sala. Llenos los corazones de esos cinéfilos en trance por una película más. LLenos, de criticones, nos fuimos sin poder ver lo que fuimos a ver. LLenos, nos caminamos la Corrientes hasta la parada de ese convoy rojo que nos alcanzó hasta la Plaza Francia. Llenos, nos caminamos los verdes y después la Figueroa Alcorta hasta el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. LLenos, nos preguntabamos el por qué de tantos restos cacunos en las veredas de nuestra cité. Igual despues llegamos y vimos blanco. Everywhere. Tambien vimos fucsias y turquesas, vimos dorados y lisos, vimos verdes manzanas, esmeraldas y brillosos. Vimos grande, aunque no tan grande. Vimos contrastes. Vimos estrellas y vimos lisos lisos. Vimos interesante. Vimos irónico, vimos gracioso. Vimos frío. Vimos lujo, vimos grasa. Vimos grises muy oscuros y tambien vimos blanco. Vimos lindo aunque vimos corto. Todo eso, en la sala del primer piso donde se puede ver la obra de David LaChapelle. Pero nuestra retribución provenía desde el Brazil (lará larala laralá) bajo la maravillosamente incesante búsqueda de Alfredo Volpi: un artista que, como nuestro Xul y la Friducha de aquellos, marcó su propio estilo.
Decidió nunca fechar sus cuadros, cosa que no evita que los mismos se conviertan en una seguidilla bastante racional, evolutivamente hablando. En Volpi casi no existe, salvo en sus primeros trabajos, lo emocional/impulsivo. Este conjunto de paisajes denominado "itanhaéns" nos muestra a un Volpi más enérgico, enseñando sus pinceladas de témpera al huevo, y siempre de fondo el mar. Todo como consecuencia de la enfermedad de su mujer y la posterior mudanza a Itanhaem, un pueblo en las costas del Brazil, a 150 km de San Pablo.
Destaco algo que considero importantísimo para mostrar a este gran artista: Volpi jamás estuvo en contacto con los grupos vanguardísticos del más allá; de hecho, tuvo un período en el que se lo quiso incorporar al movimiento concreto* aunque sus cuadros no cumplieran con las reglas del grupo, este señor se negó a usar la regla en sus composiciones.
Mondrian, el maistro abstracto, experimentó con árboles, les fue quitando de a poco sus rasgos más característicos y los fue simplificando, quedándose con lo que más le llamaba la atención: las diagonales de sus ramas. Poco a poco fue llegando a sus composiciones tan características de cuadrados, coloreados elementalmente. El mismo y particular experimento siguió nuestro hoy
analizado, salvo que cambió de objeto. Su serie façades es mágica. Puertas, toldos y ventanas que nos deleitan en la medida en que se van simplificando. Con el predominio del azul, sus colores vibran y gustan, son amorosos a los ojos.
Pareciera que vamos por un camino los tres juntos: Alfredo, Marta y Maida Maida. La próxima parada está llena de banderas...Primero, aparecen desde el cielo, colgadas en tiras sobre la calle. Despues, están todas juntas, ahí, delante nuestro; en colores, enfiladas y alineadas, una al lado de la otra, una debajo de la otra. Ya no son meras "banderitas, banderitas..." Di Cavalcanti, todas juntas generan una forma abstracta.
Quedamos cansados. Sin embargo, seguimos. "Vayamos rápido, igual", propongo, "siempre con mi maldita ansiedad bruta". Se nos aparecen vírgenes, como dibujadas por nenes. Vuelan en el espacio de la tela, son de muchos colores, planas. Le digo a Marta que me hacen acordar a los cuadros de Frida (pintados por ella misma!). "A mí tambien", responde. Se vuelven cada vez más claras, más limpias. Devienen en paisajes cuasi abstractos del mar. Distinguimos aguas, velas y algún que otro barquete. "Esto si que está bueno para una remera", dice alguien por ahí. Seguro respondí con una mirada cómplice, ahora no recuerdo. Avancé. Lo que venía me gustaba mucho. Esas façades típicas de la simbología volpiana habían cambiado. Ahora tenían un dejo de misterio, eran infinitas. No puedo evitar copiarme esta frase de Pascal: "the eternal silence of these infinite spaces." Justo en el momento indicado.
Arribamos a algún lugar junto con las "ogivas": ¡perspectiva, señores!, ¡banderitas que se mueven, señores!. En el prospecto recomiendan recomenzar el recorrido. "Volpi is not bothered by the noise outside. Or, perhaps, painting is his world, a world lived in monasticism, contained in the space of a tiny studio". Volpi es distinto a todos: sus temas lo alejan, no quiere ser emocional pero está tan cerca. Con todo gusto voy a volver; agradecida por las casualidades de la vida.
Aunque otro día. Ahora es la hora de Sabina en el Harrods -convertido en "punto de los encuentros"-. Digo, de Nacho Vegas. Un español que, según Marta, prometía (aunque grabado, no en vivo, parece ser). Lo pasamos lindo igual. Repitiendo de risa, una y otra vez, la non-posibilitta-espresiva en la mañana Martística, "los bultos de Perita y Evón."
Pareciera que vamos por un camino los tres juntos: Alfredo, Marta y Maida Maida. La próxima parada está llena de banderas...Primero, aparecen desde el cielo, colgadas en tiras sobre la calle. Las miramos desde un balcón, entonces están abajo. Se me hace imposible no pensar en tambores, en carnaval y en Nick Cave.
I remember a girl so very well The carnival drums all mad in the air Grim reapers and skeletons and a missionary bellO where do we go now but nowhere
In a colonial hotel we fucked up the sun And then we fucked it down again Well the sun comes up and the sun goes down Going round and round to nowhere
From the balcony we watched the carnival band The crack of the drum a little child did scare I can still feel his tiny fingers pressed in my hand O where do we go now but nowhere
If I could relive one day of my life If I could relive just a single one You on the balcony, my future wife O who could have known, but no one O wake up, my love, my lover make up O wake up, my love, my lover make up
*Los Concretos proponían un arte fundado en las matemáticas, un arte preciso. Sin rastros de subjetividad (expresión), cosa que imposibilitaba la témpera al huevo que usaba A.Volpi, marcando todo el tiempo las pinceladas del artista.